El multimillonario Julio Iglesias, uno de los mayores vendedores de discos del mundo- ya sobrepasa los 300 millones-, e ídolo en los cinco continentes vivió el trago más amargo de su vida sentimental mientras actuaba en Caracas, cuando su esposa para ese entonces la filipina ISABEL PREYSLER lo llamó por teléfono para pedirle el divorcio; se rompía lo que aparentemente era un matrimonio feliz pero que en el fondo era una cobija de retazos de infidelidades y ausencias.
Todo sucedió en 1977, cuando vino a Venezuela, en uno de sus frecuentes visitas, para impulsar la promoción del disco “El Amor”- ¡qué contradictorio!-; para ese tiempo nuestra capital era plaza obligada para quienes desearan triunfar en Latinoamérica.
Julio y yo habíamos hecho buena amistad desde sus primeras visitas, ya que siendo yo el manager de Mirla Castellanos y muy amigo de su empresario Rafael Zafrilla, nos tropezábamos con frecuencia en los estudios de Venevisión y aprovechábamos para estrechar nuestros lazos los famosos almuerzos dominicales que ofrecía el histórico periodista de farándula Porfirio Rodríguez. En cada visita que hacía, me llamaba y no sólo lo acompañaba en sus actuaciones- desde la primera que ofreció en el 71 en el famoso “Nogorov” de Altamira y a la cual el público no respaldó pero si lo acompañamos tres amigos: Yolanda Herrera, Iván Martínez Urbina y yo-, sino que después siempre salíamos a cenar o a comer arepas. Así que no hubo novedad cuando aquella noche al salir de “De Fiesta con Venevisión” me llamara y me dijera:
“Flaquito, páseme buscando por el Hilton porque necesito comer contigo, estoy mal y necesito alguien con quien desahogarme…”
Yo le respondí con una pregunta, por respeto a su manejador:
-¿No tienes a Eduardo Fraile…tu manager?
-El es un excelente manager, pero no es mi amigo…él solo vela porque el trabajo vaya bien pero no le da importancia a lo que los artistas podamos sentir…
Sin más palabra lo fui a buscar a su hotel. Llegue en mi utilitario “Opel manta anaranjado”, no a tono con una estrella mundial acostumbrado a desplazarse en Rolls Royce pero era lo único que me permitía mi sueldo de periodista en La Cadena Capriles y además Julio es un hombre muy sencillo y amigo de verdad lo que diría “un terciazo”
Fuimos a cenar al restaurant de moda “Franco”- de popular Franco De Andreis, peña obligada para los ligados a la farándula, y fue allí, en otra oportunidad, que le dí el teléfono a Toti Masselli para que llamara a José Luis Rodríguez a quien deseaba representar--. Pedimos una mesa un tanto apartada y fue entonces que me soltó la bomba: “Mi mujer, Isabel, me llamó para decirme que había introducido la demanda de divorcio…”
Me quedé petrificado, pues hasta ese momento pensaba que todo iba bien… ¡bueno como todo matrimonio de artistas!...con sus idas y venidas y sus consecuentes infidelidades.
-¿Qué pasó?- lo único que atiné a decir…
-Tu sabes que en principio de mi carrera, desde que me casé en 1971, ella siempre me acompañaba en mis viajes y actuaciones pero desde que llegaron los niños (Chabely, Julio jr., y Enrique) se tuvo que quedar en la casa de Madrid y esto la fue cansando y dice que “está harta de la soledad y de mis infidelidades”…
Bueno, entre los ojos llorosos de Julio y la sorprendente noticia no tuve más que sonreírme ante semejante verdad… Julio era, para ese momento- no sé ahora-, más infiel que un gato en celo…Esto “encabronaba” también a Fraile. Tenía más historias de aventuras amorosas que arena hay en el desierto…entre las famosas en Venezuela estaban María Conchita Alonso y su amante por 10 años Virginia Silp; era amigo intimo de Isa Dobles…allí no me meto porque a mí no me consta nada…
Lo cierto es que prácticamente no comimos, porque él no quería que los otros comensales lo vieran llorando y decidimos ir a mi casa en La Campiña, donde aún vivo…
En mi apartamento, solo los dos, me pidió el teléfono para llamar a Isabel…Su idea era tratar de salvar el matrimonio, especialmente por los hijos y que en verdad ella era una buena mujer, aunque muy derrochadora de dinero… ¡Pero era la madre de sus hijos…!
La filipina lo único que hizo fue atender el auricular desde Madrid y decirle que la conversación estaba terminada y que ella pondría el divorcio en Nueva York…
Julio entró en una crisis de nervios…yo me asusté y lo único que se me ocurrió, a las doce de la noche, fue llamar a un gran amigo médico para que lo atendiera en su consultorio que estaba a pocas cuadras de mi hogar: llamé al doctor Farid Curé Méndez…
-Farid, tengo una emergencia y tú eres la persona que me puede ayudar…-dije por teléfono.
-Flaco, qué te pasa-respondió- ¿qué tienes?
-No soy yo, es un amigo mío, muy famoso que está sufriendo una crisis nerviosa y quiero que lo trates…pero con la condición de que no se lo digas a nadie, ni siquiera a tu familia, porque esto no puede salir en la prensa…
-¡Confía en mí…yo no se lo digo a nadie…pero de quién se trata…?
-De Julio Iglesias…le acaban de pedir el divorcio y me asusta su estado…
-¡No te preocupes, yo voy saliendo para la clínica y tan pronto llegue te llamo para que vengas…ustedes están muy cerca… todo será en secreto!
Cuando llegamos Julio y yo al consultorio, por “casualidades” del destino estaban en la sala de espera, a casi la 1 de la madrugada la esposa de Farid, María Teresa, sus dos hijas y hasta la doméstica…
“No quisieron que me viniera solo, a estas horas de la noche…” fue la justificación para obviar el juramento de Hipócrates…
Farid Curé atendió a Julio… conversaron en privado por varias horas, le suministro tranquilizantes para los nervios…habló como un cura confesor…y finalmente todos le pidieron autógrafos…
En ese tiempo Julio me asomó la posibilidad de que me fuera a trabajar con él, como su asistente personal al lado de Alfredo Fraile, pero mi lazos familiares, personales y profesionales pudieron más para que rechazara tan “suculenta” oferta que me tuviera viviendo en Beverley Hill y no en la modesta urbanización de La Campiña.