viernes, 29 de abril de 2011

¡ DE QUE SOMOS RIDICULOS...LO SOMOS !



De que somos ridículos, de eso no hay duda; hasta quienes nacieron en los modestos barrios de Catia o Petare se tomaron EL DERECHO de criticar con increíble "sabiduría" lo ceremonial, la elegancia y las costumbres monárquica durante “La Boda del Siglo”… 

¡Qué creído somos, si la única reina que tenemos cerca es la del carnaval…!

Y yo no me podía quedar atrás -    porque ridículo también soy - y aquí va la primera reseña social que escribo en mis 40 años de periodismo.

Puntual, puntualísima comenzó esta esperada ceremonia que trasnochó a toda Latinoamérica-por la diferencia horaria- y que le dio un baño de atención y admiración a Inglaterra.

Kate Middleton intuyó perfectamente  el como  debía proyectar su imagen al ser coronada como Duquesa de Cambridge y lo ejecutó a la perfección.

Su naturalidad, personalidad  y madurez encontraron un justo empaque en el traje que le diseñó la británica Sarah Burton, que sólo buscaba reflejar belleza, sencillez, clase y juventud,  para nada competir con el rebuscado modelo que usó su desaparecida suegra, Lady Di, en 1981, icono mundial con el cual es y será comparada por mucho tiempo, hasta que escriba su propia historia.


El Príncipe William se pasó de sencillo al vestir el soso uniforme de la Guardia Irlandesa – con casaca roja- que rápidamente se cambió por uno azul mucho más vistoso. 
Su hermano y padrino, el despeinado y díscolo  Harry entendió mejor el sentido "espectáculo" y se adosó un  elegante y esplendoroso uniforme lleno de cordones dorados y condecoraciones que le robaban miradas a su querido hermano.

La abadía de Westminster lució maravillosa, humanizada por los arreglos florales e iluminada con un sentido muy profesional que ofreció un “set” ideal para excelentes y logradas tomas televisivas.

La ceremonia, dirigida por el Deán de Westminster fue oficiada por el Arzobispo de Canterbury, muy protocolar y metódica, no ofreció espacio para la emotividad…Todo en su sitio... todo en su momento justo pero nunca conmovió: era como si el corazón estubiese reñido con la razón.

¡Bueno, fue un fiel reflejo de la frialdad que identifica a la realeza inglesa, muy distante del fervor que contagiaba el pueblo británico, a lo largo de la ruta que  iba desde el palacio de Buckingham hasta la abadía y que no regateo  en ningún momento a sus soberanos!

La importancia suprema y el buen vestir de los invitados eran ingredientes suficientes para que un buen director de televisión ofreciera un “show” de antología, pero eso no fue así. El encargado de ponchar las cámaras adoleció por completo del olfato o sentido periodístico y se limito  a presentar en exceso a Elton John y su pareja David Furnish o David Beckham con su Victoria, como si el recinto no estuviera pleno de otras personalidades, y alguien no le hubiese “sugerido” que durante una boda los importantes son los novios y sus reacciones, más aún cuando el reparto incluye reyes y reinitas… príncipes y principitos de todo el mundo, más allá del respeto que se le ofrece a una pareja gay.
Para la televisión y los espectadores mundiales , muchas "testas coronadas"  como las de las casas reales de España, Monaco, Suecia y Holanda se quedaron vestidos, alborotados e increíblemente ignorados.
Los nuevos Duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, le harán mucho bien a la imagen de la realeza inglesa con su revitalizadora juventud- ese paseo en el Austin descapotable conducido por el futuro Rey les quedó de órdago-, y si pronto viene un heredero, dentro de poco tiempo lucirán LA CORONA IMPERIAL.

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